X
Opinión y Actualidad

Navidad: cuando la ternura vuelve a ser noticia

¿Qué sentido profundo tiene la Navidad que vivimos cada año?

Hoy 05:51

Por Máximo Jurcinovic (*), en diario La Nación
Cada diciembre, la Navidad vuelve a ocupar un lugar central en la conversación pública. Luces, encuentros, rituales, balances. Pero, en medio del ruido y la aceleración, conviene recuperar una pregunta esencial: ¿qué sentido profundo tiene la Navidad que vivimos cada año?

HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE DIARIO PANORAMA Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO

La Navidad es, ante todo, la celebración del nacimiento de un niño, Jesús, presentado no desde el poder ni el privilegio, sino desde la fragilidad. Ese dato no es decorativo ni anecdótico: es la clave de lectura de toda la fiesta. Desde allí se ilumina su sentido más profundo: una humanidad que no se construye desde la fuerza, sino desde el cuidado, la cercanía y la ternura.

Más que una tradición religiosa o cultural, la Navidad encierra una potencia profundamente humana y universal. Habla de vínculos, de cuidado, de fragilidad y de esperanza. Y propone una manera distinta de habitar el mundo, inspirada en ese Jesús niño que irrumpe sin imponerse, sin excluir, sin aplastar.

La Navidad invita al encuentro. No como consigna abstracta, sino como experiencia concreta: mirarnos a los ojos, compartir tiempo, escuchar sin prejuicios, volver a sentarnos a la mesa. En una sociedad marcada por la polarización, la agresividad verbal y el aislamiento, celebrar no es acumular ni exhibir, sino hacer lugar.

Hay una palabra que la Navidad vuelve a poner en circulación y que parece escasa en la vida pública: ternura. No se trata de sentimentalismo ni de ingenuidad, sino de una forma madura de humanidad. La ternura se expresa en el respeto, en la delicadeza del trato, en la paciencia con quien llega cansado o herido.

El corazón del relato navideño no es cómodo. El nacimiento de Jesús comienza con una familia que no encuentra lugar, una escena que dialoga con realidades muy actuales. Hoy también hay quienes quedan afuera: pobres, migrantes, refugiados, descartados. La Navidad interpela en silencio: ¿a quiénes dejamos fuera?, ¿qué puertas siguen cerradas?

Más allá de las creencias, la Navidad habla un lenguaje universal: la vida frágil que merece cuidado, la alegría compartida y la paz. En un mundo que naturaliza la guerra y la muerte, la violencia anestesia conciencias y banaliza el dolor ajeno. La Navidad no admite esa indiferencia: no se puede celebrar el nacimiento de Jesús sin afirmar que la guerra y la violencia nunca son caminos válidos.

La Navidad no es solo una emoción privada ni un refugio intimista. Tiene consecuencias públicas. Pregunta cómo tratamos al que sufre, cómo cuidamos a los más débiles, cómo hablamos del que piensa distinto, cómo construimos comunidad. Tal vez celebrar la Navidad hoy consista en algo sencillo y exigente a la vez: volver a poner en el centro lo humano, como lo hizo Jesús desde el pesebre. Cuando la Navidad se queda en la superficie, se vuelve decorado; cuando se transforma en compromiso, vuelve a ser una buena noticia para todos.

(*) Sacerdote, director de la Oficina de Comunicación de la Conferencia Episcopal Argentina.

TEMAS Navidad