Investigadores de Estados Unidos desarrollaron un microrrobot autónomo capaz de sentir, procesar información y moverse por sí mismo, con potenciales aplicaciones médicas revolucionarias.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Pensilvania y la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, logró crear el robot programable más pequeño del mundo, un dispositivo tan diminuto que apenas puede ser visto por el ojo humano. Según explicaron sus desarrolladores, el microrrobot es capaz de “sentir, pensar y actuar” de manera autónoma, a pesar de su tamaño microscópico.
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El avance marca un hito en el campo de la microrrobótica, ya que los científicos consiguieron reducir el volumen del robot en casi 10.000 veces en comparación con desarrollos anteriores. Hasta ahora, los robots autónomos más pequeños superaban el milímetro de tamaño, una barrera tecnológica que se había mantenido durante más de dos décadas.
Así es el robot más pequeño del mundo
El dispositivo es prácticamente imperceptible a simple vista. Para dimensionar su escala, los investigadores detallaron que es más pequeño que una peca, un grano de sal o la fecha grabada en una moneda. En términos técnicos, mide apenas 200 por 300 micrómetros, con un grosor de 50 micrómetros. Un micrómetro equivale a la millonésima parte de un metro.
Pese a su tamaño extremo, el microrobot fue diseñado para operar de forma autónoma dentro de un fluido. El desarrollo, publicado recientemente en la revista científica Science Robotics, destaca que el dispositivo incorpora procesador, memoria, sensores y un sistema de propulsión, algo inédito a esta escala.

Cómo funciona y para qué sirve
El robot utiliza células solares microscópicas que generan apenas unos nanovatios de energía, suficientes para alimentar sus funciones básicas. Entre sus capacidades, puede medir la temperatura del fluido en el que se desplaza y comunicar esa información mediante movimientos sutiles, previamente programados.
Para desplazarse, no emplea piezas móviles tradicionales —demasiado frágiles a esta escala—, sino que genera un campo eléctrico que produce un flujo de moléculas a su alrededor, permitiéndole moverse. “Es como si el robot estuviera en un río en movimiento, pero al mismo tiempo provocara el movimiento del río”, explicó Marc Miskin, investigador de la Universidad de Pensilvania.
“Demostramos que es posible integrar un cerebro, un sensor y un motor en algo tan pequeño que no puede verse a simple vista, y lograr que funcione durante meses”, destacó el especialista.
Un avance clave para la medicina del futuro
Este desarrollo se suma a los avances más prometedores en microrrobótica, un campo con enorme potencial en la medicina. Entre sus posibles aplicaciones se encuentra el uso de estos microrrobots dentro del cuerpo humano, aprovechando el flujo sanguíneo para administrar medicamentos, monitorear enfermedades y realizar diagnósticos de manera mínimamente invasiva.
Los investigadores consideran que este tipo de tecnología podría transformar radicalmente los tratamientos médicos en los próximos años, abriendo la puerta a terapias más precisas y personalizadas.