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Perdió un brazo en un accidente y recorre barrios vendiendo masas dulces

Julio sufrió un accidente que le cambió su vida para siempre. Sin embargo encontró la manera de sacar adelante a su familia, cocinando masas con su mujer y vendiendo casa por casa en barrios de La Banda. Conocé su historia.

05/09/2019

Por Lourdes Suárez Torres - Diario Panorama

Cámara y edición: Matías Leshman - Canal 7

Son las seis de la tarde en un silencioso barrio recientemente inaugurado en un rincón alejado de la ciudad de La Banda. De repente, a lo lejos, se escucha un grito que sorprende y casi que asusta; es Julio, que en su moto recorre lentamente las callecitas tranquilas ofreciendo en voz alta la producción del día : “¡¡¡Alfajor de chocolate, alfajor de maicena, pan casero, tortillitas!!!”.

Así lo conocieron los vecinos, que no tardaron en notar que algo no estaba bien con uno de sus brazos. ¿Se habrá fracturado? ¿Una mala fuerza, quizás? La respuesta llegó después de varios meses de comprar esos ricos alfajores: “Hace tres años que ando así, amiga. Tuve un accidente y perdí la sensibilidad en todo el brazo, lo tengo y a la vez no está, no lo siento”. Sus palabras dejaron sin reacción a quien se atrevió a preguntar. Y así, sin buscarlo, descubrimos el personaje del que hoy vamos a hablar.

Julio Herrera tiene 33 años y más de una historia para contar. Siempre se dedicó a la gastronomía, fue mozo durante varios años, también organizó eventos y hasta llegó a abrir una lomitería junto a Melina, su mujer, a quien conoció hace 15 años cuando ejercían el periodismo deportivo, pero sólo salieron dos meses. Se separaron, y por esas cosas del destino, la vida los volvió a juntar hace un año y medio para atravesar toda adversidad y proponerse desafíos juntos. Siempre juntos.

Una mañana de junio de 2016, Julio tuvo un accidente que le cambió la vida para siempre: tan absurdo como común, un perro se le cruzó por el camino cuando iba a trabajar en su moto, a pocos metros de su casa, y cayó sobre su costado izquierdo del cuerpo. Producto del accidente, perdió la sensibilidad en toda esa parte del rostro y del torso. Los médicos le decían que era propio del trauma, y que iría recuperándose con el paso del tiempo. Lamentablemente, eso no pasó.

Pasaban los meses y su brazo y mano izquierda seguían dormidos. La única solución, según los médicos, era amputar la extremidad, o una costosa operación, que luego de mucho esfuerzo familiar y cientos de rifas, pudo costear. Se sometió a la primera cirugía en febrero de 2017, en la que los médicos le reconstruyeron los tendones y le dieron la esperanza de que en algún momento podría recuperar su brazo, pero a través de otra cirugía. La que aún la espera.

Vivir con dos brazos y sólo poder usar uno

“Me cambió la vida por completo, pero no podía quedarme sentado, tengo una familia que cuenta conmigo”, sostiene Julio, a quien Melina describe como “insistente” como su peor defecto y su mayor virtud: “Es justamente esa insistencia y perseverancia la que lo hizo recomponerse emocionalmente y decidir qué hacer para salir adelante, y así él me animó a cocinar”.

Melina es chef y pastelera profesional, es la jefa en la cocina cuando toda la familia se reúne a la siesta para preparar las masas que los vecinos esperan por las tardes. Aunque organizada y prolija, esta rutina no siempre fue así; inició en marzo del año pasado, cuando tuvieron que cerrar la lomitería por los costos de mantenimiento, y aún así debieron encontrar la manera de traer, literalmente, el pan a la mesa.

Hoy ofrecen un amplio surtido de masas dulces y saladas, desde pancitos de leche, pan casero, tortillitas, chipaquitos, pastafrola, y los caballitos de batalla: los alfajores de chocolate y los de maicena. Incluso realizan tortas y tartas por pedido, no sólo para los fieles clientes del barrio 25 de Mayo y alrededores; sino también para barrios de Santiago.

A la calle, hasta la noche

Entonces, luego de preparar todo, Julio carga el tupper con 7 u 8 kilos de masas y sale en su moto manejando despacio con una sola mano a recorrer los barrios, “Y no vuelve hasta no haber vendido todo, esa es su meta diaria, vender hasta lo último”, destaca contenta Melina. “Sale a las 16, los días buenos vuelve a las 18; y otras veces a las 23”.

La lucha por recuperar su brazo

Con la misma voz que grita en los barrios vendiendo los productos que hace con Melina, Julio lucha en los hospitales para poder realizarse la operación que lamentablemente no puede pagarla de forma particular. Como con un trámite más, viaja en su moto todas las mañanas y golpea puertas en todos lados, y así de insistente que es, no parará hasta conseguir su anhelado sueño de operarse y recuperar la movilidad.

“Es duro, la gente me conoce y sabe que soy divertido y hago chistes y demás, pero vivir sin un brazo no es fácil. Hay días en que me siento un inútil, un estorbo, no puedo abrazar a mis hijos, no puedo jugar con ellos. El médico me dijo que en caso de operarme puedo recuperar la movilidad de mi brazo, pero que la mano lamentablemente ya es imposible de recuperar. No me importa, prefiero eso a seguir así. Y hasta conseguirlo, tengo que seguir adelante, para conseguir una mejor calidad de vida para mi esposa, para mis hijos y para mí”, cierra, emocionado, entre lágrimas.