Andrea Arnold escribe y dirige este drama sobre una adolescente que vive con su padre, camello, al haber huido de casa de su madre, atrapada con un maltratador violento. Lo protagonizan Nykiya Adams, Barry Keoghan, Franz Rogowski.
Por Mariona Borrull
Para Fotogramas
En el ecosistema de 'Bird' lo que primero echa raíces es la angustia tras el 'coming-of-age' precoz y marcado por la miseria de Bailey (Nykiya Adams), taciturna pero resuelta. Ella vive incómoda y medio de paso con su padre, camello, al haber huido de casa de su madre, atrapada con un maltratador violento. El suelo es duro, pero Andrea Arnold ('Vaca, American Honey') lo siembra de una poética sin ascos: ese grafiti que te asegura que todo saldrá bien, quedarse dormida sobre la hierba, bailar el optimismo de Coldplay y creérselo. Incluso el abanico de reacciones de la joven Bailey, de una transparencia que desarma –viene emparentada con la naturalidad que atraviesa el trabajo actoral de Carla Simón–, incitan a la vida. Contra la apatía formulaica del cine 'de necesidad', 'Bird' se viste bonito (con mantellina de banda sonora perfecta, presidida por Fontaines D.C.) y apuesta por teñirse de preciosa fotografía ocre, desgastada como aquellos recuerdos a los que siempre volvemos. Es sensible, sentida y sensiblera con valentía.
Por encima del barrio sobrevuela el pájaro Franz Rogowski: esta bestia inquietante y aniñada que en películas a veces hace las de humano. Sin embargo, aquí la sombra se revuelve en los márgenes de la realidad visitándonos como fantasma, criatura alegórica o personaje de fábula (Arnold nos confía no tener que desvelarlo nunca). Y alargamos la comparativa para enfrentar al merluzo cantarín de Bug, el padre, ejemplo vivo de un 'mal ejemplo', eso sí, escrito con la alquimia exacta para sublimar el espabile simplón de un niño de talla grande, como el de casi todos los cabezas de familia. Quillo entre quillos, aquí Barry Keoghan no versiona: investiga, y quizás por ello las instantáneas de cariño que comparte con su hija se viven como si fueran nuestras (traigan pañuelos). Ojo al giro, brillante: agrupando un reparto feral, Arnold consigue –creo– realizar el deseo profundamente humanista de pertenencia a un mundo, uno que también sentimos como propio.
Para compartirla con nuestro padre y desatrancar el lacrimal.