La lectura del requerimiento de elevación a juicio se vio interrumpida casi al comienzo. La cámara de la expresidenta enfocaba solo a su abogado.
“Muy bien, muchas gracias; les voy a pedir que se retiren, ya pasó un tiempo prudencial”. De ese modo el presidente del Tribunal Oral Federal 7, Enrique Méndez Signori, invitaba a retirarse a la segunda tanda de periodistas y fotógrafos que buscaban una instantánea de él y sus colegas Fernando Canero y Germán Castelli, y ponía en marcha, en ese mismo momento, el juicio oral de la causa por los Cuadernos de las Coimas, con cada uno de los 87 imputados conectados de forma virtual.
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En el inicio del juicio, la secretaria del tribunal constató la presencia virtual de los 87 imputados y sus respectivos abogados. Le tomó más de 15 minutos. Entre ellos, se encontraba la expresidenta Cristina Kirchner, acusada de ser jefa de una asociación ilícita, que enfrenta el juicio desde su departamento en San José 1111, donde cumple la condena a 6 años por Vialidad.
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La lectura del requerimiento de elevación a juicio se vio interrumpida casi al comienzo. La cámara de la expresidenta enfocaba solo a su abogado, Carlos Beraldi, dejándola a ella fuera del cuadro. Lo mismo ocurría con otros tantos imputados.
La expresidenta volvió a aparecer, pero con el correr de los minutos se fue apartando nuevamente de la cámara, dejando solo su hombro. De a ratos, Beraldi intercambiaba algún comentario con ella, tapándose la boca con su mano.
Tribunal
La antesala del juicio estuvo marcada por un mensaje de la expresidenta en redes, donde calificó de “bodrio y opereta judicial” a la causa; llamó “extorsionados” a los empresarios y funcionarios “arrepentidos” y describió a los cuadernos de Centeno como “truchos”, desafiando indirectamente el peritaje realizado por la Gendarmería que estableció que eran auténticos y se correspondían con el puño escritural del chofer del Ministerio de Planificación Oscar Centeno.
Mientras se leían las acusaciones contra Roberto Baratta, su exjefe, Julio De Vido, seguía con la vista alguna lectura, al tiempo que comía lo que parecían ser frutos secos. Con el paso de las horas, llegó el turno del almuerzo.
Al igual que la expresidenta y otros tantos empresarios, a Baratta solo se lo veía parcialmente, pese a las advertencias del Tribunal.
Empresario en la cama
Pero la situación que más llamó la atención durante esta primera audiencia fue la del empresario santafesino Alberto Ángel Padoán (Vicentín), quien siguió parte del juicio oral desde su cama, aunque no fue captado por la transmisión oficial del Poder Judicial.
Padoán está imputado por haber participado en dos pagos dadivosos; uno por 500 mil dólares, realizado en septiembre de 2013, y otro por un millón de dólares, en junio de 2015. Esas entregas no fueron consideradas coimas porque no se acreditó que tuvieran algún fin específico, dado que la aceitera Vicentín no tenía contratos de obra ni vínculos con el Estado.
Uno de los pagos, de acuerdo a la acusación, fue entregado al funcionario Nelson Lazarte, pero entre diciembre de 2013 y noviembre de 2015, su línea registró cuarenta y dos conversaciones con el teléfono de Baratta, jefe de Lazarte. Su línea también registra una comunicación con el despacho presidencial de la Casa Rosada.
La antesala
Antes del inicio del juicio, los jueces abrieron la sala a los medios para que ingresaran y tomaran fotos.
Los tres magistrados estuvieron juntos en el TOF7, una sala de colores apagados, techos altos y poco más de 4 metros cuadrados, ubicada en el sexto piso del Palacio de Tribunales. Una de sus paredes está reservada exclusivamente para cajas con expedientes que llegan hasta el techo.
Afuera, sobre la entrada que el Palacio tiene sobre la calle Talcahuano, permanecía un pequeño grupo de mujeres conocido como “equipo republicano” que suele acompañar el devenir de las causas de corrupción contra el kirchnerismo y hoy estaba para “apoyar” a los jueces.
El inicio del juicio, previsto para las 9:30, se demoró por más de una hora. Durante buen rato, los tres magistrados salieron e ingresaron por una puerta lateral del despacho, como si fueran un empleado más del Tribunal, pasando por completo inadvertidos frente a las cámaras.
Durante la audiencia, la secretaria del tribunal leyó la primera parte de la acusación fiscal: relató cómo se iniciaron 6 de las 10 causas que componen el caso de los cuadernos que comenzó hoy.
Contó que en abril de 2018 se le tomó testimonial al periodista del diario LA NACION Diego Cabot, quien había iniciado una investigación meses antes. “[Cabot] se refirió a que contaba con información y documentación que podía resultar de interés”, leyó.
Luego se leyeron los 40 puntos del requerimiento de elevación contra Cristina Kirchner de solo una de las causas que integran el juicio oral. Allí se despliegan solo algunos de los cargos que la fiscalía asegura tener acreditados contra la expresidenta: asociación ilícita, en carácter de jefa; cohecho pasivo, en calidad de coautora, en 26 oportunidades. A la secretaria le tomó más de media hora leer solo esta parte.
Luego, continuó con los hechos que la fiscal Fabiana León le imputa al exministro de Planificación, Julio de Vido, pero en la lectura la reemplazó uno de sus colegas.
Pasadas las 13:30, se abrió un micrófono de manera inesperada y la lectura se interrumpió una vez más por apenas unos segundos.
No se alcanzó a distinguir quién estaba detrás del micrófono, pero luego el abogado José Manuel Ubeira -que en esta causa defiende al exdirector de Yacyretá, Oscar Thomas- blanqueó que se trataba de él; preguntó cuánto más se iba a extender la audiencia, puesto que se estimaba que terminaría a las 13:30 y tenía otros compromisos.
“Es cierto”, contestó Méndez Signori. El juez aclaró que ese horario era “meramente estimativo” y que preveía que la audiencia de hoy terminaría cerca de las 14:30, tal como ocurrió. Al cierre, pidió por favor a las partes que para la próxima audiencia estén conectados en horario.