Un estudio de universidades británicas reveló que las manos pueden captar señales transmitidas a través de materiales como la arena, logrando identificar elementos ocultos sin contacto directo.
Un grupo de investigadores de la Universidad Queen Mary y el University College London sorprendió a la comunidad científica al documentar por primera vez una capacidad sensorial inesperada en personas: el “tacto remoto”, una forma de percepción que permitiría detectar objetos enterrados o escondidos sin necesidad de tocarlos directamente.
HACÉ CLICK AQUÍ PARA UNIRTE AL CANAL DE WHATSAPP DE DIARIO PANORAMA Y ESTAR SIEMPRE INFORMADO
El fenómeno, observado hasta ahora en algunas aves playeras que encuentran presas bajo la arena, parece tener un correlato humano. Y lo más llamativo es que se manifestó en un experimento sencillo, pero revelador.
Según explicaron los especialistas, los participantes del estudio debían deslizar sus dedos sobre una superficie de arena, intentando identificar la presencia de un cubo oculto sin llegar a rozarlo. Los voluntarios lograron acertar en más del 70% de las ocasiones, superando incluso el desempeño de robots diseñados para la misma tarea.
Los investigadores describen este comportamiento como una suerte de “radar táctil humano”: cuando la mano mueve la arena, las partículas chocan contra el objeto enterrado y generan un rebote imperceptible para la vista, pero detectable por la sensibilidad de la piel, que interpreta esa mínima irregularidad como una señal.
La profesora Elisabetta Versace, líder del proyecto, destacó el alcance del descubrimiento: “Es la primera vez que se estudia esta habilidad en humanos y replantea por completo nuestra idea del tacto”. Hasta ahora se creía que esta capacidad sensorial requería contacto directo, pero la evidencia abre un nuevo escenario.
Este hallazgo no solo desafía los límites conocidos del cuerpo humano, sino que también tiene un enorme potencial práctico. El autor principal del estudio, Zhengqi Chen, subrayó que el “tacto remoto” podría inspirar robots capaces de explorar suelos arenosos sin dañar lo que haya debajo, herramientas arqueológicas para detectar piezas frágiles sin riesgo y sistemas táctiles aplicables en zonas peligrosas, como fondos oceánicos o incluso misiones a otros planetas.
Los científicos aún discuten si esta habilidad constituye un nuevo sentido o una extensión avanzada del tacto tradicional. Pero todos coinciden en que abre una ventana inédita sobre la percepción humana y marca un punto de partida para tecnologías que, hasta hace poco, pertenecían al terreno de la ciencia ficción.