Tras un nuevo caso que involucra a un joven de 18 años y la producción de contenido sexual con menores, profesionales en niñez y salud mental advierten sobre las señales tempranas y brindan pautas claves frente a los riesgos digitales.
Tras el reciente caso del joven de 18 años acusado de grabar contenido sexual con menores, crece la preocupación por el grooming y la vulnerabilidad de niños y adolescentes frente a los riesgos digitales.
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En diálogo con Noticiero 7, María Laura Díaz Castaño, directora de Niñez de la Provincia, y la psicóloga Antonela Scarpa brindaron pautas para que las familias puedan detectar situaciones y acompañar.
Díaz Castaño remarcó que la tecnología atraviesa la vida cotidiana y que, aunque los adultos creen controlar lo que ocurre en los dispositivos, la realidad muestra otra cosa.
“Ocho de cada diez padres no saben lo que hacen sus hijos en el teléfono”, señaló, y advirtió que “esto representa un riesgo constante porque los chicos no dimensionan el peligro”.
La funcionaria insistió en que hablar a diario en la mesa, en la comida o en la rutina familiar es clave para promover la confianza.
“El diálogo permite construir autoestima en los adolescentes y ayudarlos a identificar situaciones de riesgo para poder defenderse”, explicó.
También recomendó el uso de aplicaciones de control parental, no solo para regular el tiempo frente a las pantallas, sino para conocer con quiénes interactúan los menores.
“Lo importante es que la familia genere un espacio de confianza y que ellos puedan depositar seguridad no solo en casa, sino también en la escuela, el club o los lugares que frecuentan”, añadió.
Indicadores que pueden alertar sobre un caso
Por su parte, la psicóloga Antonela Scarpa explicó que existen señales directas e indirectas que pueden evidenciar una situación de abuso o manipulación digital.
Entre los indicadores directos mencionó:
- Lesiones físicas.
- Enfermedades de transmisión sexual.
- Embarazos producto de un abuso.
Sin embargo, aclaró que en la mayoría de los casos predominan manifestaciones menos visibles, vinculadas al impacto emocional y psicológico que atraviesan los niños o adolescentes.
“El abuso genera un quiebre psíquico y subjetivo, y muchas veces no es fácil ponerlo en palabras. Por eso los chicos lo expresan de otra forma”, explicó.
Scarpa detalló algunos signos frecuentes:
- Aislamiento repentino o pasar muchas horas encerrado.
- Pérdida de interés en actividades habituales.
- Explosiones de ira o conductas inusualmente extrovertidas.
- Manifestaciones físicas como dolores, enuresis o ecopresis.
“Son cambios significativos que indican que algo está pasando. En estos casos, el llamado de atención siempre es el comportamiento”, sostuvo.
“No debemos interrogar: necesitamos generar confianza”
Las especialistas coincidieron en evitar que la conversación con los niños se transforme en un interrogatorio.
“Hay que ofrecer un espacio de contención donde el niño sienta que puede hablar sin ser juzgado, que lo que diga será creído y que alguien lo ayudará a restituir sus derechos”, remarcó Scarpa.
Además, subrayó que en situaciones de abuso “los niños no fantasean ni mienten sobre lo que denuncian”, por lo que es esencial escuchar sin minimizar ni cuestionar sus relatos.
Ambas profesionales insistieron en que la prevención no depende únicamente del control tecnológico, sino de un acompañamiento activo, presencia emocional y redes de apoyo que involucren a la familia, la escuela y los espacios comunitarios.
La construcción de confianza, coincidieron, es la herramienta más sólida para que los niños y adolescentes puedan pedir ayuda a tiempo frente a cualquier situación de riesgo digital.