Lejos de un gran lanzamiento, la adopción masiva y silenciosa marcó el punto de inflexión: la IA se integró al trabajo, la educación y la vida diaria.
2025 fue el año en el que la inteligencia artificial dejó de sentirse como una novedad y pasó de ser una promesa tecnológica a funcionar como una capa invisible que ya atraviesa nuestra vida, tareas, decisiones y productos.
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No fue un único lanzamiento ni un producto revolucionario lo que marcó estos últimos doce meses y cambió para siempre la relación entre las personas y la IA, sino que fue un proceso silencioso y, por eso mismo, más profundo: la inteligencia artificial se integró en el trabajo diario, en los dispositivos personales y en servicios que millones de personas usan sin pensarlo dos veces.
Casi sin darnos cuenta, los modelos de lenguaje generativo crecieron, evolucionaron, y hoy son usados de manera masiva por todos: desde empleados de oficina, maestros y alumnos, hasta periodistas, escritores, influencers y las más diversas profesiones. Pero no siempre fue así. Durante los años anteriores, la IA generativa había demostrado de qué era capaz. En 2025, la pregunta dejó de ser “qué puede hacer” y pasó a ser “cómo se usa de verdad”.
“La palabra para definir a la IA en 2025 fue ‘adopción’”, afirmó a TN Tecno Melisa Avolio, periodista de tecnología y autora del libro Qué es la inteligencia artificial. “La inteligencia artificial generativa dejó de deslumbrarnos y empezó a ser un concepto habitual que ya sentimos como parte del mundo”, expresó.
“Queda claro que la IA pasó de ser una promesa lejana a convertirse en protagonista omnipresente”, agregó Eduardo Laens, CEO de Varegos y docente universitario especializado en IA.
Esa transición que mencionan los especialistas se reflejó en tres cambios clave:
El primero fue la mejora en el razonamiento. Los modelos lanzados este año redujeron errores lógicos, sostuvieron conversaciones más largas sin perder coherencia y resolvieron tareas técnicas con mayor precisión. Programar, analizar datos, revisar documentos complejos o asistir en investigaciones dejó de ser una demostración y pasó a convertirse en una práctica habitual.
El segundo cambio fue la integración. La IA ya no vive solo en una ventana de chat. Se incrustó en sistemas operativos, suites de oficina, navegadores, motores de búsqueda y aplicaciones móviles. Para millones de personas, usar inteligencia artificial en 2025 significó escribir un correo, preparar una presentación o buscar información, no “usar una IA”.
El tercero fue la automatización asistida. Aparecieron los agentes: sistemas capaces de ejecutar tareas encadenadas, interactuar con aplicaciones y completar procesos completos bajo supervisión humana. La IA dejó de responder y empezó a hacer.
Cambios concretos en la vida cotidiana: beneficios y riesgos de la IA en 2025
La inteligencia artificial impactó de forma directa en rutinas que antes no se asociaban con tecnología avanzada. En educación, estudiantes y docentes incorporaron asistentes para explicar conceptos, corregir textos y preparar materiales, al mismo tiempo que se abrió un debate profundo sobre evaluación y aprendizaje.
En programación, escribir código desde cero dejó de ser la norma. La IA se convirtió en copiloto permanente, capaz de detectar errores, sugerir mejoras y acelerar desarrollos. Y en oficinas y pequeñas empresas, la automatización de tareas administrativas redujo tiempos y cambió perfiles laborales. Aparecieron nuevos roles vinculados a supervisión, validación y diseño de flujos con IA.
En paralelo, también emergieron usos más sensibles. “Lo que se empezó a ver muchísimo en los últimos meses, es el uso de los chatbots de IA como acompañante y/o ayuda terapéutica”, advirtió Avolio.
“Suena a argumento de ciencia ficción, pero es real: muchísima gente entabló vínculos emocionales, y hasta románticos, con inteligencias artificiales“, agregó Laens, y explicó: “Para algunos, especialmente los más jóvenes o quienes se sienten solos, hablar con una IA resulta más fácil y seguro que abrirse con humanos. Es entendible: la IA siempre está disponible, te ‘escucha’ con paciencia infinita, adapta sus respuestas para agradarte".
Este nuevo uso también trajo riesgos, que se hicieron evidentes en 2025: “La IA responde todo el tiempo y está diseñada para que el usuario se sienta contento y satisfecho. Eso puede derivar en respuestas complacientes en las que siempre le da razón al usuario. Este diseño es peligroso”, aseguró Avolio. “La IA no conoce nuestro contexto, nuestra historia, nuestras emociones. Entonces hay un riesgo importante sobre cómo sus respuestas nos pueden impactar y qué podemos hacer con esa información”, agregó.
“La relación de una persona con una IA, por satisfactoria que parezca, es una ilusión unilateral programada para gustar”, afirmó al respecto Laens. “¿Qué efectos tendrá en la psicología humana vincularse profundamente con alguien que en el fondo no existe como persona? ¿Podría debilitar nuestras habilidades sociales del mundo real? ¿Aumentar el aislamiento? Es un delicado balance que como sociedad tendremos que observar y gestionar conforme estas ‘amistades’ con IA dejen de ser anécdota para convertirse en algo común", concluyó el experto.