La evolución del acceso al conocimiento masivo. Los medios de comunicación y su rol de generadores y transmisores de información. Las redes sociales y el nuevo paradigma de la comunicación. Saber buscar, comprender y relacionar contenidos.
Por Pablo Argañarás, Lic. en Cine y Televisión
El cine nos abrió una ventana plateada por la cual muchos de nosotros conocimos innumerables cosas. El conocer a través de la pantalla se hizo cotidiano. El confundir experiencia vivida con experiencia audiovisual borró límites perceptivos. Muchas veces nos topamos con gente que nos habla de saberes que los adquirió no por una experiencia personal de vida sino por la influencias de las pantalla. Así cada vez más, sobre todo en la actualidad, somos grandes sabios de Wikipedia. Podemos dar información en abundancia de manera superficial gracias al conocimiento efímero de Google y compañía. Filósofos de pacotilla o de Inteligencia Artificial.
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En la antigua Grecia era una virtud el pensar, pensarse y reflexionar. Filosofar. En la actualidad no tenemos tiempo para ello. Pensar y darnos cuenta de las cosas duele, es molesto, revelador en muchos casos. Perfeccionarse a uno mismo mirando el espejo de nuestra conciencia. Laboriosa e ingrata tarea. Sobre todo para los necios. Y abundan.
En este cuadro de situación es donde cobran relevancia las redes sociales, las enciclopedias de construcción comunitaria, y los buscadores de internet. Antes era el cine quien nos daba saberes que por allí eran de difícil acceso y conocimiento. Luego vino a completar el menú la televisión. Desde la imprenta y la radio se venía cocinando la cosa... pero las imágenes en movimiento... ellas fueron la perdición. Pero faltaba la inmediatez y la comodidad de la miniaturización. Llegó el teléfono celular, las redes sociales y zas! Listo, completaron el cuadro de situación perfecto para los grandes sabelotodo.
Personas que no resisten una repregunta, ahí hacen agua, cuando se indaga un poquito. Cuando se pide una relación o reflexión. Y comienza la cantinela de frases hechas, opiniones copiadas y pegadas, con el sabido enojo ante la puesta en evidencia de sus "saberes flojitos de papeles". Si vamos al centro de la ciudad en cada mesa de café tenemos médicos investigadores, abogados "dotores" litigantes de primera plana, arquitectos rimbombantes, críticos de arte despiadados y mordaces, deportistas eximios en todas y cada una de las disciplinas olímpicas, artistas consagrados multifacéticos maestros en las siete artes, músicos de primera talla que ejecutan mínimo veinte instrumentos musicales. Eso sí, todos de la boca para afuera. Sabelotodo de cafetín. Exponentes de saberes exprés. Wikipedistas fenomenales.
La alharaca del conocimiento, el biribiri consabido del gran chamuyero. Las redes sociales potenciaron por millones a los papanatas del saber. Aristóteles sería un poroto hoy en día. Cualquiera arriesga teorías de cualquier índole. Y el opinar es deporte nacional. El "hablemos sin saber" del día a día. Los peores personajes en esta fauna planteada son aquellos ignorantes pero con ínfulas de tener la verdad absoluta. Los ególatras potenciados por los likes y corazoncitos de una horda de imbéciles. Ejércitos de superlativos y patéticos seres sin vida interesante. Grandes figuras y pensadores contemporáneos en los posteos de cualquier red social.
En fin, el cine fue el inicio de esto que hoy ya resulta casi que insoportable. Conocer los nombres de las mariposas en pantalla, opinar sobre el conflicto bélico entre Kamchatka y Springfield, saber de memoria cualquier dato irrelevante. Confieso que muchas veces disfruto tomar un café en soledad y escuchar a los de la mesa de al lado armar la mejor selección nacional de fútbol para jugar un mundial. Todos ellos grandes DT. Les das una pelota y tropiezan haciéndose un ovillo. Pero en la mesa de café son el doctor Bilardo, Menotti y Scaloni.
Como romántico empedernido aún espero que cambie la cosa. Que cada vez sean más las personas que vivan la vida bien vivida. Que luchen por sus sueños. Que lean, estudien, se capaciten y aprendan. Que trabajen, piensen y evolucionen. Pero cada vez hay más pantallas. Cada vez más chiquitas. Con muchas mariposas de miles de colores.