Tras quedar eliminado en la Copa Argentina y con diez partidos sin ganar, el hincha ya no perdona al presidente. Sin títulos, sin Libertadores y con papelones acumulados, la crisis estalla.
Boca atraviesa un presente desolador. La reciente derrota 2-1 ante Atlético Tucumán en los 16avos de final de la Copa Argentina fue solo una nueva mancha en una serie de fracasos que se acumulan sin pausa. Pero esta vez, la bronca del hincha no se queda en los jugadores ni en el cuerpo técnico: el foco principal está puesto en Juan Román Riquelme, presidente y conductor absoluto del fútbol de Boca, a quien señalan como el gran responsable de esta debacle.
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El Xeneize llegó a diez partidos sin ganar, igualando su peor racha histórica, y suma casi tres meses sin triunfos oficiales. Pero lo más grave no es la actualidad inmediata, sino el proceso de caída sostenida que ya lleva varios años.
Boca lleva dos años consecutivos sin clasificar a la Copa Libertadores. El golpe más duro llegó este año: el equipo quedó eliminado en la fase previa a manos de Alianza Lima, en un cruce que marcó un antes y un después por la forma en que se perdió.
A eso se le suma la eliminación en los playoffs de la Copa Sudamericana del año pasado, otra decepción en un torneo que Boca no pudo ni competir con seriedad. Y para colmo, en el plano local, la tendencia también es negativa: no solo no pelea campeonatos, sino que ha perdido varios clásicos, incluido el último Superclásico ante River.
Para el hincha, el proyecto de Riquelme está agotado, la imagen del ídolo como dirigente se desgasta día a día, especialmente por los refuerzos fallidos y decisiones polémicas.
Jugadores como Cavani, sin estado físico y sin actualidad; Velasco, sin nivel, por el que se pagó 10 millones de dólares; Fabra que no puede jugar en la Bombonera porque es desaprobado y Marchesín, inseguro en el arco, son parte de una lista negra que el hincha ya no tolera. Pero la bronca no para ahí.
La sensación es clara: Boca está a la deriva y el hincha lo sabe. Y aunque jugadores y técnicos cambian, el apuntado ya no se esconde. Riquelme, el ídolo que quiso devolverle la mística al club, hoy es la cara visible del fracaso.