Especialistas advierten que el consumo episódico excesivo se volvió una práctica frecuente y con graves consecuencias para la salud.
Cada 15 de noviembre se conmemora el Día Mundial sin Alcohol, una fecha impulsada para visibilizar los efectos nocivos del consumo, tanto en la salud física como mental. En los últimos años creció una modalidad especialmente preocupante entre adolescentes y jóvenes: el consumo por “atracón” o binge drinking, que implica ingerir grandes cantidades de alcohol en poco tiempo para alcanzar rápidamente la ebriedad.
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Según especialistas, esta práctica se volvió frecuente en Argentina, sobre todo entre jueves y sábados, y provoca intoxicaciones agudas que pueden desencadenar consecuencias graves. El médico toxicólogo Carlos Damín advierte que en menores de edad el daño neurológico puede ser irreversible, ya que el sistema nervioso aún está en desarrollo y la intoxicación alcohólica puede dejar secuelas que se manifiestan décadas después.
El doctor Rolando Salinas, especialista en Salud Mental, señala que ocho de cada diez adolescentes argentinos probaron alcohol antes de los 18 años, y en la mayoría de los casos lo hicieron en consumos excesivos y concentrados. Esta modalidad está asociada a siniestros viales, episodios de violencia, intoxicaciones graves y enfermedades crónicas que afectan al hígado, al corazón y al sistema nervioso central.
El binge drinking incrementa la probabilidad de accidentes de tránsito, caídas, quemaduras, agresiones, así como de intoxicaciones severas, sobredosis y conductas sexuales de riesgo que derivan en infecciones o embarazos no planificados. En embarazadas, cualquier consumo puede ocasionar abortos espontáneos, muerte fetal o trastornos del espectro alcohólico fetal.
A largo plazo, el consumo excesivo puede provocar cirrosis, hepatitis tóxica, enfermedades cardíacas, ACV, cáncer, además de depresión, ansiedad, deterioro cognitivo y problemas en los vínculos familiares y laborales. Los especialistas remarcan que el alcoholismo es una enfermedad crónica, no una falla moral, que requiere un abordaje integral con atención médica, acompañamiento terapéutico y redes de apoyo sostenidas.
La prevención también empieza en casa: los adolescentes imitan conductas más que palabras. Por eso, los hábitos saludables de los adultos son determinantes. Si los padres se cuidan, no consumen alcohol al conducir y mantienen prácticas responsables, los hijos aprenden lo mismo. Asimismo, herramientas como los grupos de Alcohólicos Anónimos brindan una red fundamental para quienes buscan dejar la bebida.