El defensor de Auckland City, que marcó en el histórico empate por 1-1 en el cierre de la fase de grupos, reveló su preferencia entre los dos clubes más grandes del país.
La gran mayoría de los hinchas no volverá a verlo jugar, pero Christian Gray ya quedó grabado en la memoria del fútbol argentino. El defensor de Auckland City, que además trabaja como profesor en Nueva Zelanda, fue el inesperado verdugo de Boca en el Mundial de Clubes, con el gol del histórico 1-1 que recorrió el mundo.
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Aquel cabezazo inatajable para Agustín Marchesín le permitió a un equipo semiprofesional quedar mano a mano con un gigante sudamericano y sumar su único punto en el torneo, tras caer 10-0 ante Bayern Múnich y 6-0 frente a Benfica.
Tras ese partido, Gray recibió un inesperado reconocimiento desde la vereda de enfrente. En una entrevista reciente, el zaguero —docente de educación física en la Escuela Intermedia Mount Roskill y la Primaria de Auckland, que debió pedir licencia para jugar el certamen— confesó su simpatía por River.
“Recibí mucho apoyo de la gente de River, obviamente. Pude conocer a muchos hinchas de Boca después del partido y fueron buena gente, pero me quedo con River”, reveló Gray, mate en mano, en una charla con Gianfranco Vella.
El caso de Gray expone la realidad de Auckland City, un club donde la mayoría de los futbolistas no vive del fútbol. Para muchos, jugar el Mundial fue apenas un paréntesis en sus rutinas laborales.
En el plantel hay historias tan singulares como la del arquero Conor Tracey, montacarguista en una empresa farmacéutica; Jerson Lagos, peluquero; Sebastián Ciganda, que trabaja en una productora tras recolectar kiwis; Adam Bell, empleado en una tienda; Dylan Manicku, ayudante de ingeniero vial; Adam Mitchell, del rubro inmobiliario; y Joseph Lee, trabajador de una compañía tecnológica.
Entre aulas, trabajos y entrenamientos, Christian Gray escribió una de las páginas más insólitas del torneo y, sin proponérselo, se ganó un lugar especial en el corazón de los hinchas de River.