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El museo médico de Bangkok, el más siniestro del mundo

Huesos, fetos con patologías clínicas, el cadáver momificado de un famoso asesino en serie, son algunas de las delicadezas que puedes ver.

02/05/2017

El Museo Médico Siriraj de Bangkok, escondido dentro del Hospital Siriraj, son en realidad, siete diferentes. Con unos 90 años de edad, sus secciones son construcciones salpicadas alrededor de los extensos terrenos del hospital más antiguo y más grande de Tailandia. Un museo de patología, un museo forense, un museo de la historia de la medicina tailandesa, un museo de parasitología, un museo anatómico y un museo prehistórico lo componen. Tan educativo como macabro, su objetivo no es sensacionalista, sino científico y erudito, pero para visitarlo debes de tener el estómago forjado en acero. Serpientes venenosas y tarántulas, filas de cráneos, restos de un caníbal lleno de cera, un sistema nervioso delicadamente disecado y hasta el propio esqueleto del fundador del museo; todo cabe en su heterogénea galería de horrores.

En un video promocional de 2014 del Bangkok Post (ver sólo si estás preparado para imágenes fuertecitas), la comisaria del museo, Kessari Yodkansee, ofrece a los espectadores una mini introducción de las nuevas exposiciones, exaltando su potencial didáctico y algunos elementos estrella del paseo asegurando que no encontraremos un lugar como ese en ninguna parte del mundo. Y es verdad que, por lo general, los museos médicos tienen como objetivo apoyar la formación e informar, tanto para el público en general como, especialmente, para los estudiantes de medicina. Este museo tiene secciones de parasitología y patología, pero no es el famoso Royal London Hospital Museum. Sin embargo, sus secciones forenses y anatómicas, aunque no tienen el poder plástico de la célebre exposición "Body Worlds" de Gunther von Hagens, no se quedan cortas en inspirar ese inexplicable temor mortuorio que nos provoca el ver nuestros restos.

 

La presencia de cadáveres no es tan extraña para un museo médico. Pero un paseo por sus estanterías dan más la impresión de pertenecer a los sets de rodaje de una película de Guillermo del Toro. Abundan los fetos blanquecinos, deformados, con enfermedades o siameses, bicéfalos flotando en tarros apilados de formaldehído. Sin embargo, a diferencia de la cualidad aséptica, y quizá más exigente, de sus homólogos europeos, el museo Siriraj de Bangkok tiene un ambiente etéreo, puede que por su edad que le dota de una presencia más real de esos cuerpos en exhibición. Es difícil no sentir escalofríos, pero también provoca una reflexión, fruto de esa mirada frente a frente con nuestra mortalidad, confrontándolo con lo espiritual. Según explica Yodkansee, algunos visitantes incluso dejan presentes o monedas debajo de los estantes de los fetos, con la creencia de que los espíritus de los niños todavía están en el museo.

 

En otra habitación, el plato fuerte del museo. La estrella. El cuerpo del infame asesino en serie tailandés y caníbal, Zee Oui está en una vitrina de cristal, momificado. Oui era un inmigrante chino que se trasladó a Tailandia en 1944, donde mató a varios niños para después comerse sus corazones e hígados, porque creía que le harían más poderoso e incluso inmortal. El número exacto de sus víctimas sigue siendo desconocido, pero las historias van de media docena a docenas. En la década de 1950, fue capturado y condenado a muerte por ahorcamiento. Su cuerpo ha permanecido en exhibición desde entonces como un disuasivo para cualquiera que se atreva a repetir sus crímenes. Su mórbido legado vive a través de los padres tailandeses que le cuentan a sus hijos su historia para asustarlos, un hombre del saco real.

 

En otras galerías, hay partes del cuerpo cortadas por la mitad para exponer las complejidades anatómicas. De vez en cuando están acompañados por una descripción, aunque tampoco es muy difícil identificar una "cabeza y cerebro" sin que nos ayuden con una etiqueta. Cuerpos adultos boca arriba en tanques de cristal, que bajo la luz refractante dan la sensación de querer abrir los ojos. Entre ellos, no sólo asesinos, sino sus víctimas. El cuerpo de una joven que había sido violada y asesinada incluye su joyería, su ropa interior rasgada, un pequeño cuchillo con el que fue asesinada y su diario, abierto para mostrar lo último que había escrito. Tétrico. Además de los alrededor de 100 cuerpos o partes del cuerpo en una sola habitación hay muchas armas con las que se cometieron asesinatos reales. Lo típico: balas, cuchillos, un cable eléctrico, una toalla y, atención, un vibrador. Alguien en tailanda fue asesinado con un dildo.

 

La cosa no acaba ahí, y en su museo de parasitología tienen varios tipos de parásitos tropicales y alguna muestra de los horribles efectos que pueden causar. Entre otros, se puede observar el enorme escroto inflamado de un pobre hombre que sufrió elefantiasis, como resultado de la Filariasis Linfática, transmitida por gusanos microscópicos. Por si quedan dudas, junto al enorme testículo, una foto del paciente que había tenido que cargar con sus 75 kilos. Cerca, hay más muestras de un montón de parásitos horribles, como la tenia y secciones con todo tipo de serpientes e insectos venenosos. Si después de todo esto, aún os quedan ganas de verlo en vivo y en directo, la entrada sólo cuesta cinco euros y además, mire que bien, es totalmente gratuito para niños. ¡Para qué llevarles al parque Warner con un plan tan fabuloso como darles pesadillas con bebés muertos durante los próximos cinco años!