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Opinión y Actualidad

Riesgos de implosión en el mundo globalizado

La reducción del comercio afectará los movimientos financieros y puede poner en jaque el rol del dólar como moneda dominante de las transacciones internacionales.

29/06/2020

Por Daniel Montamat, en el diario Clarín

Marco Tulio Cicerón sostiene en su libro De Divinatione que si el futuro está escrito en piedra y es fatal mejor ignorarlo. Porque si nos es favorable, no lo podemos anticipar, y si nos es perjudicial, no lo podemos cambiar. Pero él cree que el futuro está abierto, no predeterminado, y que es mejor recurrir a la observación y al conocimiento científico que a los oráculos para indagar sobre su posible evolución.

Ya en el siglo XX, Bertrand de Jouvenel, quien también creía que el futuro estaba abierto a distintas alternativas escribe sobre los “futuribles”, o futuros posibles. ¿Cuáles son los futuros posibles de la pospandemia? Los escenarios alternativos mucho del futuro de la globalización. Ya antes del coronavirus la globalización en curso estaba expuesta a crecientes tensiones.

La dimensión planetaria del shock gatilló al principio un proceso de reflexión colectiva sobre la importancia de contar con mecanismos globales de alerta temprana y de cooperación, junto a la necesidad de promover nuevas instituciones de gobernanza global.

El cambio climático es otro problema de dimensiones planetarias donde es imperativa la acción conjunta. Pero cuando empezaron a hacerse evidentes los efectos del “coma inducido” en la economía mundial, y el confinamiento cerró fronteras, la guerra contra el “enemigo invisible” aumentó la presión antiglobalizadora.

La globalización de fines del siglo XIX y principios del siglo pasado también venía para quedarse. En aquella época los barcos transatlánticos, el telégrafo, la electricidad y los ferrocarriles habían vertebrado el mundo con un salto tecnológico sin precedentes. La transmisión de la información en tiempo real, el auge del comercio y la ampliación del mercado mundial habían generado grandes ganancias en la productividad global. Pero el reparto de las ganancias de productividad tuvo hijos y entenados.

Sobrevino la Gran Guerra, la economía mundial colapsó en los treinta, y el auge del nacionalismo xenófobo derivó en una contienda mundial con rasgos apocalípticos.

El proceso globalizador de aquella revolución tecnológica quedó eclipsado. ¿Podrá repetirse la historia con esta nueva ola globalizadora basada en la aviación y las tecnologías de la información que también ha generado grandes ganancias de productividad?

Los datos son contundentes respecto a la reducción de la pobreza en el mundo en los últimos 30 años. Pero esa disminución se ha debido sobre todo a China. Allí ha habido más de 600 millones de personas que han salido de la pobreza. Hay países en Asia, África y Latinoamérica que también pueden exhibir indicadores de reducción de pobreza. La contracara del fenómeno de la pobreza es que seguimos viviendo en un mundo muy desigual.

En los albores de la revolución industrial la brecha entre las regiones más ricas y pobres del mundo era del orden de 2 a 1; hoy es de 20 a 1. A su vez, la brecha entre las naciones más ricas y pobres del mundo actual es de 80 a 1. La globalización también ha reducido algo las desigualdades entre países, pero no entre los ricos y los pobres de los diferentes países. Y es dentro de los países ricos donde la desigualdad hace más ruido político.

Hay que tener en cuenta que en las democracias capitalistas desarrolladas los perdedores de la globalización votan y se manifiestan; en cambio, en muchos países emergentes los ganadores de la globalización todavía no votan. Así, el voto legitima sentimientos antiglobalizadores en el mundo rico que no tienen contrapartida proglobalizadora en el mundo pobre.

Kenneth Rogoff, de Harvard, viene advirtiendo que la reversión del proceso de globalización es posible y que va a ser traumática para todos. La retracción del comercio va a deteriorar la tasa de crecimiento mundial y precipitará guerras tarifarias y devaluaciones competitivas con caída de los ingresos por doquier.

La reducción del comercio afectará los movimientos financieros y puede poner en jaque el rol dólar como moneda dominante de las transacciones internacionales. Si eso sucediera, Estados Unidos perderá una fuente privilegiada de acceso a la liquidez y al crédito irrestricto y barato. Esa liquidez doinada por el dólar permitió a Estados Unidos, además de financiar déficits a bajo costo, llevar adelante la revolución del shale, que le devolvió la autosuficiencia petrolera y la capacidad de exportar gas por barco (GNL).

En el libro La Paradoja de la Globalización, Dani Rodrik plantea el trilema político que lleva a la economía mundial a elegir entre 3 opciones incompatibles: hiperglobalización, democracia política y Nación-Estado. En el escenario actual donde la democracia política tiende a reforzar los vínculos con la Nación-Estado en contra de un mayor avance en el proceso de globalización, el economista de Harvard recomienda hacer pie en las instituciones de Bretton Woods, con las reformulaciones y aggiornamentos que los tiempos imponen.

Más globalización impondría nuevas instituciones de gobernanza global que hoy no están al alcance; pero una reversión de la globalización puede retrotraernos a escenarios de desintegración y autarquía que aticen una nueva crisis mundial de la que ningún país saldrá ileso.

Cuando todos tienen para perder, todos tienen para ganar. La pospandemia impone un reencuentro de evaluación y reflexión de los líderes mundiales para evitar escenarios donde todos pierden. Tal vez el G-20, que en la pandemia quedó confinado, tenga la oportunidad de recuperarse.