La afección puede causar daños óseos irreversibles, lo que afecta gravemente la salud y calidad vida del paciente. Atención a los signos de alarma.
En el universo de la medicina hay síndromes o afecciones de las que poco se sabe o que se lucha por encontrar una cura, y una es la Enfermedad de Gaucher, una afección genética hereditaria en la que existe una deficiencia de la actividad de una enzima encargada de degradar lípidos, por lo que estos se acumulan en las células del hígado, bazo o de los huesos.
Con el tiempo, si no se trata, puede ir generando daños óseos irreversibles en el organismo, lo que afecta gravemente la salud y calidad vida del paciente.
Esta condición afecta a entre 1 de cada 40.000 y 1 de cada 100.000 personas, por lo que habría cerca de 1.000 pacientes en nuestro país. Sin embargo, en algunas comunidades la incidencia es mayor.
Los síntomas asociados a la enfermedad de Gaucher son agrandamiento del hígado y bazo, reducción de glóbulos rojos y plaquetas y compromiso en huesos y articulaciones. Cuanto antes se detecte, más temprano se comenzará con el tratamiento, y así se podrán prevenir daños a largo plazo.
“Es importante trabajar en la divulgación de esta patología, alertando a médicos y a la comunidad acerca de sus signos y síntomas en busca de una detección y tratamientos tempranos. Aproximadamente solo el 60% de los pacientes en Argentina cuenta con el diagnóstico. En aquellos casos en los que se diagnostica en forma tardía muchos pacientes desarrollan enfermedad ósea irreversible”, relató el Dr. Norberto Guelbert (M.P. 13.350 y especialista en Pediatría y Genética Clínica).
Se trata de una enfermedad de transmisión denominada “hereditaria autosómica recesiva”, lo que implica que ambos padres deben ser portadores de la enfermedad para que los hijos tengan chances de desarrollarla. En ese caso, cada hijo tendrá 25% de posibilidades de tener la enfermedad, 50% de ser portador y 25% de no presentarla, y el “antes” es clave.
Por otra parte, aquellos pacientes que no están bajo tratamiento suelen ver afectada su calidad de vida y su desarrollo social, educativo y laboral: pueden experimentar fatiga, dolor crónico y presentar dificultades para trabajar y estudiar.
En los casos más comprometidos, las lesiones en los huesos pueden ser invalidantes, en ocasiones requiriendo reemplazo de cadera. Con el tratamiento correcto, la mayoría de estos signos y síntomas se revierten, con la excepción del daño en los huesos.
Al ser una condición con baja prevalencia y síntomas diversos, en ocasiones los pacientes deben visitar a distintos especialistas, frecuentemente entre 5 y 10, a lo largo de años antes de que se sospeche esta condición. Durante ese tiempo, ellos no cuentan con el tratamiento y abordaje necesarios, por lo que su salud se sigue deteriorando.
Este suele ser un punto en común en muchas de las llamadas “enfermedades poco frecuentes”, por lo que aún queda camino por recorrer en términos de concientización a la sociedad y sobre todo, a la difusión de esta enfermedad en los medios.
“Hoy en día existen tratamientos que, si se inician tempranamente, pueden evitar alteraciones permanentes que afectan la calidad de vida de nuestros pacientes. Por eso son tan importantes el diagnóstico temprano y el estudio familiar. El tratamiento debe iniciarse tempranamente y es fundamental la adherencia del paciente para evitar el impacto de la enfermedad en su calidad de vida”, concluyó el profesional de la salud.
En cuanto a la prevalencia, Guelbert aseguró que “es más frecuente en la ascendencia judío asquenazí, por lo que hay que estar atentos en esta población. Además, si existe un caso en una familia o si hay un portador, se debe compartir información sobre la posibilidad de que la hereden los hijos y estudiar a la pareja antes de la concepción”.
“Es importante que las distintas especialidades médicas: pediatras, clínicos, hematólogos, reumatólogos, traumatólogos, especialistas en diagnóstico por imágenes y gastroenterólogos, conozcan los signos a los que hay que estar atentos para sospechar la enfermedad”, insistió.