Santiago del Estero, Miércoles 24
Abril de 2024
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Opinión y Actualidad

Encrucijadas de la fundación en una caminata por la ciudad

El corazón de toda ciudad argentina fundada en la época colonial se encuentra en su plaza principal. Santiago del Estero, Madre de Ciudades, no escapa a esta regla. Entonces, mi caminata para entender a mi ciudad y a su historia, comienza en la plaza durante una mañana de julio.

25/07/2022

Por Esteban Brizuela: Magister, Docente e Historiador.


Llego hasta la plaza por la peatonal Tucumán, observo lo atractivo que se pone el casco céntrico en este mes de festejos, y luego camino por calle Libertad con sentido al este, buscando rastros o huellas de la fundación. El tema de la fundación es una cuestión que me agota porque entiendo que hace al menos setenta años estamos discutiendo lo mismo. Y no digo “setenta años” como una exageración. No, porque por ejemplo si leemos el libro “A las orillas del Rio Dulce”, de Fray Eudoxio Palacio, publicado en 1953, el propio autor se pone en posición de batalla argumentativa para convencer a sus lectores de que hay un solo y único fundador: se llama Juan Núñez de Prado. Repito, un libro de 1953, o sea…hace 70 años. Pero mejor continúo con mi recorrido.      

Luego de cruzar la calle Roca y aguantar las ganas de entrar a tomar a un café en algunos de los bares de la zona, avanzo una cuadra más y llego a las puertas del Parque Aguirre, pulmón verde de nuestra ciudad. Ahí finaliza la calle Libertad (o mejor dicho, nace) y uno se encuentra con la avenida Diego de Rojas, nombre que no debemos confundir con el del polígrafo “Ricardo Rojas”, ni tampoco con su padre, “Absalón Rojas”. Con la denominación de esta avenida se homenajea a un personaje vinculado con los fundadores. Rojas, según narran las crónicas, es el primer español que en 1543 ingresó con su expedición en suelo de lo que luego se convertiría en la provincia de Santiago del Estero. Se la recuerda como una entrada fallida o accidentada, porque el protagonista murió por una flecha envenena lanzada por quienes, en todo su derecho, se resistían a la entrada de estos extraños conquistadores. Carlos Fernández Loza, uno de los mejores escritores que dio Santiago, escribió una novela, “Casas enterradas”, basándose en este episodio. La protagonista de la narración es Catalina de Enciso, esposa de uno de los capitanes que secundaba a Rojas en la expedición.  

Decido avanzar por la avenida Rojas, paso por el frente de una escuela (la llamada “Indu”), atravieso el tumultuoso movimiento que genera la Feria Artesanal y llego hasta el final, en donde la avenida Rojas desemboca en la costanera Núñez de Prado. En esa misma esquina es donde se suele instalar el escenario principal para los grandes festejos de cada aniversario de la ciudad. Pero en ese cruce entre la Diego de Rojas y la Núñez de Prado, se erige la imponente estatua de Francisco de Aguirre. Cuando miro esta obra monumental del escultor Roberto Delgado, no puedo dejar de pensar en lo que ocurrió con la estatua de Aguirre en la ciudad de La Serena (Chile), ciudad que Aguirre también “refundó” en 1549. Como vemos, don Francisco era un especialista en “refundar” ciudades….

Ahora bien, decía que al posar mi mirada en la estatua de Aguirre recuerdo que el monumento homónimo en Chile sufrió terribles atentados, primero en septiembre de 2016 cuando manifestantes le prendieron fuego dejándolo bastante averiado, y en octubre de 2019 la estatua fue derribada directamente en señal de protesta por lo que simboliza esta figura histórica para pueblos originarios de Chile. Aquí no pasó algo similar y créanme que tampoco la intención es dar ideas.  

Pero resulta que nuestro Aguirre está ahí, erguido, en el centro del parque, con su espada apuntando hacia abajo, mirando desde las alturas a la avenida Núñez de Prado, como mostrando quién ganó la batalla simbólica. Al estilo de “El Aleph” de Jorge Luis Borges, podemos mirar simbólicamente en esta esquina años y años de discusiones, de libros y artículos a montones, de intervenciones televisivas y radiales de reconocidos historiadores e historiadoras, de argumentos de posteos en redes sociales, que giran sobre un único tema: quién es el verdadero fundador de la ciudad. En esa esquina se sintetiza todo lo que se discutió en estos años y también todo lo que quedó fuera de esta discusión.  

Aunque la historia tiene sus cambios de rumbo, y los pradistas que observan de manera circunspecta la victoria de Aguirre en esta esquina del parque, ahora tienen su redención en un lugar más o menos cercano, en el barrio La Católica, en una plaza que hace pocas semanas la intendenta Norma Fuentes inauguró: la Plaza Juan Núñez de Prado. Hasta ahí me fui caminando y al volver, ya un poco cansado, pensaba en que el pasado de una ciudad habita en sus lugares de memoria: de sus calles, de sus estatuas, de sus plazas. De nombres que están, pero sobre todo de tantos otros y otras que no aparecen y seguramente merecen ser rescatados cuando hablamos de la fundación de Santiago del Estero. Por ejemplo, un monolito que evoque a los protagonistas de las rebeliones indígenas que Núñez de Prado tuvo que sofocar entre 1550 y 1553.  Pienso esto, mientras camino, como para cambiar de eje la conversación y no seguir hablando lo mismo que hace 70 años.