Santiago del Estero, Martes 23
Abril de 2024
X
Firmas

Soja, narcotráfico y golpe en Paraguay

Pasados los desdichados episodios institucionales del Paraguay, en que un Congreso manipulado por la oligarquía terrateniente, explotadora y rentista acabó con el mandato constitucional del ex presidente Fernando Lugo, mediante el ardid de un verdadero golpe de Estado parlamentario viciado de nulidades, el experto en cuestiones agropecuarias argentino Federico Lanusse ahonda en aquel complejo entramado de complicidades y desnuda un aspecto poco conocido de lo que estuvo detrás de la destitución.

25/07/2012

En décadas anteriores -dice Lanusse- nos habíamos habituado en América Latina a los golpes de estado ligados al narcotráfico, al contrabando de armas, o a la “lucha contra el comunismo”, canjeada oportunamente por la “lucha contra el terrorismo”. O a todos estos factores juntos. Pero en los últimos tiempos se ha agregado un nuevo elemento. La “expansión de la frontera agropecuaria” o, simplificando, el negocio de la soja. Que no es más que otra forma de apropiación de los recursos naturales, en este caso renovables, pero sobre suelos no renovables.

El “modelo sojero”, por su propias características de economía de escala, implica la concentración de la propiedad de la tierra en grandes extensiones y pocas manos, o pocos “fondos de inversión”. A mayor superficie cultivada, mayores rentabilidades, ya que no es altamente rentable en superficies pequeñas. Estas parcelas reducidas son sólo sostenibles con economías de escala familiar, de escasa o nula mecanización, y baja incorporación de tecnología, casos de Paraguay, Bolivia, y algunas zonas de nuestro país. Familias campesinas que habitan en sus tierras y cultivan o crían animales casi exclusivamente para su propia subsistencia.

La “expansión de la frontera agropecuaria” quiere decir, en buen criollo, desplazamiento de la población campesina y de pueblos originarios de las áreas rurales a la periferia urbana de pueblos y pequeñas, medianas, y grandes ciudades, con todas sus implicancias sociales. Y lo que esto conlleva: enriquecimiento de terratenientes, muchos de ellos cómplices de los respectivos golpes de estado o, la nueva modalidad con los mismos resultados, “golpes de mercado”. Y, más novedoso y prolijito aún, “golpes parlamentarios”. A la par, desarticulación de modos de vida, de complejos culturales enteros, ligados a la tierra y la naturaleza, desde ya con sus aspectos positivos y negativos.

Tampoco es que se deje optar a la gente: el que no es propietario, se tendrá que ir. Y el que lo es, también se retira, tentado por los pesos (o dólares) que le proporcione la venta de sus tierras imposibles de trabajar en una escala adecuada. Para esto, requeriría de apoyo gubernamental a fin de incorporar formas adecuadas de producción y comercialización que le permitieran vivir dignamente. Con esto no nos atrevemos a afirmar -subraya Lanusse- que todos los productores de soja sean activos delincuentes, o cómplices conscientes del gran juego. Muchos, la mayoría medianos, simplemente no tuvieron ni tienen otra opción productiva que les brinde una perspectiva de rentabilidad similar. En el caso del Paraguay, los probados cómplices de la añeja dictadura de Stroessner, que en décadas anteriores le robaron al Estado tierras que, gracias al reciente avance tecnológico, son hoy agrícolas: el 2% de los propietarios es dueño del 80% de las tierras útiles. Mientras tanto, el pueblo paraguayo sigue sumido en la pobreza, la enfermedad, el analfabetismo, y el abandono.

Vemos entonces cómo el primer y fundamental objetivo del golpe parlamentario a Fernando Lugo es asegurar el sistema de apropiación de la tierra en manos extranjeras y/o de las “asociaciones ilícitas” que nuevamente dirigen el país. Los mafiosos agroalimentarios trasladaron a la patria del Mariscal Francisco Solano López el moderno modelo de producción extensivo de granos, colocando al país como el cuarto exportador mundial de soja en sólo diez años.

El mismo modelo se desarrolla, y se desarrollará en mayor escala aún, en el Oriente Boliviano, también dominado por la mafia del narcotráfico, que blanquea capitales ilícitos en diversos rubros productivos, entre ellos la soja. Por supuesto que la expansión de la frontera agropecuaria no es equivalente a la seguridad alimentaria en nuestros países. En todo caso, lo será para los dueños de las tierras, porque las familias corridas de las que ocuparon durante décadas y que permanecían semi abandonadas por sus propietarios ausentistas, o por el estado, deberán pasar a vivir del empleo público, de changas ocasionales, o de planes asistenciales.

Ambos modelos productivos, el paraguayo y el del oriente boliviano, confluirán en la Ruta Trans-Chaco para acceder al Río Paraguay y, tras navegar por éste tan sólo 250 kilómetros, alcanzarán la hidrovía del Paraná, lo que les permitirá globalizar su producción. Claro, también les permite introducir grano de contrabando en Argentina, para dinero con sus socios locales de la “impoluta” agroindustria. Se calcula que ingresan de contrabando unos 6 millones de toneladas de grano, que por lo tanto no pagan el 35% de retenciones. Estamos hablando de una cifra que ronda los 1.000 millones de dólares. Estos números le dan una razón lógica a la unidad narcotráfico e industria agroalimentaria.

El avance de las fronteras agropecuarias unificará también el “modelo político” ultra reaccionario de la dirigencia del oriente boliviano, los golpistas paraguayos, y los terratenientes del NOA Y NEA argentino. No debería llamarnos la atención que el senador nacional por Salta Juan Carlos Romero, y otros personajes ligados a la embajada norteamericana, se desgañiten llamando a no intervenir en los asuntos internos del Paraguay.

Las multinacionales agroalimentarias manejan el modelo sojero de producción. Esta internacional de la droga y el lavado de dinero a través de la agroindustria están desestabilizando la región, transformada en “República Sudamericana de la Soja”, que uniría Paraguay con Santa Cruz de la Sierra. La zona estaría en condiciones de poner a producir 22 millones de hectáreas que pueden generar 60 millones de toneladas de soja, es decir más que el total de la que produce la Argentina (tercer productor de alimentos y principal productor de subproductos de soja del globo).

Además, las mafias agroalimentarias cuentan con un punto a favor: el consumo interno boliviano y paraguayo es infinitamente menor al argentino y brasileño, por lo que casi toda su producción iría al mercado mundial, convirtiéndolos en mayores exportadores que estos dos grandes países. Por esto no les interesa el MERCOSUR. En el golpe de Paraguay, y en los reiterados intentos desestabilizadores a Evo Morales en Bolivia, se juega el destino alimentario de la humanidad, y sobre todo se decidirá quiénes manejen los recursos obtenidos, si los Estados en beneficio de la totalidad de la población, o “los mercados” en beneficio de unos pocos, ya que este volumen de tierras potencialmente cultivables no existe en otros lugares del planeta.

Pero tengamos en cuenta otro aspecto de la cuestión. El Paraguay, por su ubicación geográfica, es para los EE.UU., potencia militarmente hegemónica, sobre todo en nuestra región, y una base importantísima, ya que le permite controlar militarmente de cerca a Brasil y Argentina, especialmente Brasil. Es importante señalar que este país es, en el contexto mundial, una potencia militar mediana, pero de primera magnitud en América Latina. Y, fundamentalmente, la nuestra y la brasilera son dos economías no complementarias con EE.UU., y competidoras directas en la producción alimentaria mundial.

Los Estados Unidos son el principal productor de alimentos del mundo, además de los principales beneficiarios del negocio del narcotráfico y las corrientes de dinero ilegal que nutren las arterias del sistema financiero internacional, con sus ramificaciones locales. Pero esto es materia de otro artículo. Aunque no resulta casual que hayan colocado una base militar en Mariscal Estigarribia, Chaco paraguayo, sobre la ruta trans-Chaco. Nada es casual en estas cuestiones.

Y concluye Lanusse: “Deberíamos escuchar con más atención a Charly García cuando dice que “si no sos un paranoico, es porque estás mal informado”.