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Opinión y Actualidad

Crítica de "Emily en París", con Lily Collins

Simple, plagada de estereotipos y lugares comunes, pero entrañable y querible, así es Emily en París (2020), la nueva serie de Netflix protagonizada y producida por Lily Collins, que marca el regreso de Darren Star a la televisión, tras los éxitos de Beverly Hills 90210, Melrose Place y Sex and the city.

05/10/2020

Por Rolando Gallego

Justamente la expectativa estaba puesta en esta última, dado que muchos creían que la odisea francesa de la joven americana iba a convertirse en una suerte de revival de la serie protagonizada por Sarah Jessica Parker, ícono de décadas pasadas y con la que mantiene puntos de conexión y algún que otro homenaje, pero no mucho más.

Los 10 episodios del programa, disponibles ya en Netflix, se ven de un tirón, y en ese binge watching no hay otra cosa más que placer culposo, por enamorarnos de una protagonista que a fuerza de entusiasmo y grandes ideas supera cada uno de los obstáculos que la bella ciudad de París le presenta.

Todo comienza cuando Emily, con un presente prometedor en su Chicago natal, debe reemplazar a su jefa (Kate Walsh) en la filial francesa de la agencia de publicidad para la cual trabajan. Aquello que se presenta como una gran oportunidad, terminará transformándose en un viaje iniciático, en donde la protagonista deberá descubrir y descubrirse, saliendo de las estructuras que se ha autoimpuesto para cumplir con los mandatos que se le han presentado.


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Lo más interesante de la serie, una elegante coming of age, es ver cómo, en su superficie de lujos y frivolidad, se permiten introducir temas asociados a conquistas de género, acoso laboral, deconstrucción, rechazo de publicidades sexistas, con un París único como escenario y tema también, y las redes sociales como coprotagonistas.

El título del programa alude a la cuenta de Instagram de Emily, quien ni bien llega a la ciudad luz, se permite subir imágenes de su paso por allí con estilo y gracia, aumentando cada uno de sus posteos en una infinidad de likes, que se traducirán en oportunidades para consolidar su tambaleante posición en la agencia francesa.


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Emily rápidamente se verá conmocionada por tantos cambios, por nuevas oportunidades de romance, y también por la posibilidad de comenzar de nuevo cada día en una ciudad y un trabajo que le exige cambios, dejar su vieja personalidad atrás, pero ella, al mantenerse firme en sus convicciones e ideales termina por consolidar sus proyectos y sus ganas de crecer profesional y personalmente.

En Emily en París todo es visual, conquista a los espectadores primero por los ojos, como en aquellas revistas de modas extranjeras, para luego generar un vínculo estrecho con cada uno de los personajes que la rodean, desde la excéntrica y millonaria renegada Mindy (Ashley Park), la bella y bienintencionada Camille (Camille Razat), el famoso diseñador Pierre Cadault (Jean Christophe Bouvet) o el sexy vecino Gabrielle (Lucas Bravo), con quien queremos que Emily termine.

SI bien por momentos la serie se asemeja a El diablo viste a la moda, por la complicada relación de Emily con su nueva jefa Sylvie (Phillippine Leroy-Beaulieu), también hay algo de Ugly Betty, la versión americana de Yo soy Betty, La fea, por el tono con el que se plasman las “soluciones” que la protagonista presenta a cada escollo que la trama le genera.

Innecesaria, pasatista, pero al mismo tiempo adictiva, así es Emily en París una serie que en tiempos de confinamiento nos permite trasladarnos hacia uno de los mejores escenarios y en donde los sueños valen más que cualquier objeto oneroso de los que se publicitan.